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Artíclo

Sin hablar

El 80% de la comunicación entre las personas es no verbal. Nuestras interacciones están tan sumidas al contenido verbal que a menudo no nos damos cuenta del valor tan importante que tienen la entonación, los gestos, las miradas o el lenguaje corporal.

Para algunas de las personas que acuden al taller cognitivo, la expresión y la comprensión  oral resultan muy difíciles, a  veces incluso nada eficaces. De ahí el interés aún más especial de querer vivenciar e incentivar este tipo de comunicación a través de la psicomotricidad. ¡Participar 30’ sin mediar palabra…!

¿Qué promovemos cuando coordinamos una sesión sin hablar?

Por supuesto, mecanismos de comunicación diferentes, en los que priman esos parámetros no verbales de interacción antes comentados: los gestos, la mirada, el lenguaje corporal, el mimo, la expresión facial…

Se estimulan procesos inhibitorios de forma muy interesante, al impedir el recurso a una acción tan espontánea, automática y constante como es el lenguaje hablado.

Fuente: http://thelanguageofagame.wikispaces.com/Ideas+convencionales

Se favorece un razonamiento lógico diferente, al tener que deducir e idear lo que se está gestando de forma “compensatoria”, sin recurrir a la, en realidad, gran complejidad del lenguaje oral o “bidimensional”.

Para favorecer este razonamiento, predomina el componente visual y aumenta en gran medida el nivel atencional, al carecer de una entrada auditiva que normalmente, siempre está ahí pasivamente, guiando y diciendo lo que debemos hacer.

El componente somato-sensorial se hace predominante, surgen acciones, juegos y actividades con un carácter mucho más corporal, grupal, compartido. Cuando impera el lenguaje, las tareas suelen ser más individuales, estáticas, “elaboradas”.

Se generan vínculos y vivencias de mayor contenido emotivo: la risa no abandona el lugar, nos sobreponemos a otro tipo de frustraciones (no entiendo lo que veo más que no entiendo lo que me dicen), compartimos más (miradas, contacto, acciones)…

El ritmo de actividad parece disminuir ya que se requiere mucho más tiempo para asimilar, comprender e iniciar las acciones. El ritmo es gradual, personal, individual; cada cual se añade a la inercia del grupo cuando visualiza y comprende que hay que hacerlo, porque los otros lo están haciendo, y no porque le han dicho que lo haga.

“Guiar” a un grupo sin recurrir al lenguaje, especialmente cuando en el grupo predominan alteraciones cognitivas severas resulta una odisea especial. Pero resulta sorprendentemente mucho más fácil de lo que un cerebro “adicto al lenguaje” pudiera pensar antes de experimentarlo.

¿Os animáis? Shhhhhh…

Publicado por Hugo Esteban Monge

Terapeuta Ocupacional en INEAVA